La luz

Hace tiempo sentía que brillaba mucho por dentro, que podía brillar muchísimo, cegar. Me asustaba, aterrorizaba.
Qué es eso de brillar hasta enceguecer? Yo? Pero sabía que era verdad.

La luz es más fuerte cada vez, crece, se expande de adentro para fuera y va quebrado esa coraza que en otra vida tanto me esforcé en crear y mantener. La coraza se desespera porque se quiebra como hojas secas y el resplandor se filtra, los rayos suaves pero afilados se escapan. Desespera, se hace ente y desde afuera intenta en vano contener la luz, uniendo los pedazos del escudo.

A qué le teme tanto?

A qué su existencia ya no tendrá razón de ser. Yo tampoco quiero que muera, comprendo su angustia.
Necesitamos transformarla, darle una nueva función. Aprovechar el bagaje que esos restos de escudo tienen: Su experiencia, lo que han sentido del adentro, lo que han visto de afuera. Durante mucho tiempo fueron un nexo, de alguna manera. Su fuerza, persistencia. No era una coraza improvisada, era una compleja red de creencias y principios intrincadamente tejida. Y ahora su humildad de reconocer que es el momento de dar el paso al costado.

Que la luz te disuelva, que transforme tu energía. Movete de la periferia, que ya no existirá, al núcleo. Fortalece el núcleo, no cubriéndolo sino siendo parte de él. Un núcleo que ahora sabe más de transformaciones, que sabe que evoluciona y seguirá evolucionando. Que no pierde energía, sino que la transforma.

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