Creo útil, muy útil, la información de los sueños, de los míos principalmente. Lo que veo, siento, pienso, hago y no hago, lo que recuerdo y lo que se desvanece, lo que analizo en el mismísimo sueño (muchas veces sé que sueño). Sé que estoy en una parte de mí que se conecta con otras cosas y gentes. Un lugar al que espero acceder más libremente en un tiempo. A veces recuerdo todo muy claro. Otras cuando lo recuerdo, lo olvido. Y otras tantas cuando lo escribo, voy olvidando partes. A veces traen mensajes cuasi trascendentales, otras parecen tonteras.
Confío en el rompecabezas y en que son pedazos del proceso.
Unas noches después de la sesión de cuencos por el solsticio de invierno soñé con mi abu. Hace bocha que no soñaba con mi abu y no sabía porqué. Tampoco lo sé ahora. Extrañaba nuestros abrazos, su sonrisa, su tibieza y la confianza y paz que me daba tenerla cerca.
Soñé con ella y con mangos cortados en rodajas en un plato a los pies de su cama. Yo veía primero los mangos (esa noche había comido), luego los pies de una cama como de hospital pero enorme, de 2 plazas parecía, y luego a mi abu sentada ahí que me hablaba y no sé que me decía. No me sentí sorprendida de verla, tampoco sentí el tiempo que había pasado.
Me abrazaba, y me mandaba a hacer no sé que cosa, pero me mandaba a que hiciera lo mío, que ella estaba tranqui. La vi bien, muy bien, hasta más delgada. La cama estaba al pie de un escenario (era un bar con todo lo que tiene un bar, medio a oscuras todavía, como si estuvieran por abrir) pero miraba para el otro lado. Yo le ofrecí levantarle el lado de los pies y bajar el otro, cambiar la almohada de lugar y ayudarla a ponerse mirando para el otro lado. Creo que me importaba más a mi que a ella pero lo hice.
Salí a una calle angosta, con adoquines y luz tenue de los faroles. Parecía algo viejo y yo no reconocía la zona aunque eso no me preocupaba. Crucé la calle y entré a otro lugar.
Después estaba en una casa, a oscuras. Sentí un poco de miedo y empecé a prender las luces. Los interruptores no encendían las luces cuando yo los tocaba, sino que se prendían después y yo sabía que era así. Fui por la casa haciendo esto hasta que llegue a la habitación que daba a la puerta de entrada, aparentemente. En vez de paredes tenía ventanas de vidrio, como si fuera un bar o un negocio. Ahí noté que había dos tipos golpeando la puerta. Como no me vieron que yo estaba por abrirles se iban, entonces les hice señas con la mano. Uno me vio y volvió. Abrí la puerta y entraron, y con ellos un montonazo de gente más. Parecía que habían estado esperando hace tiempo. Sin embargo cuando entraron nadie me reclamó nada, ni me dijo nada tampoco. Como si yo no existiera casi.
El sábado tenía que ir a una fiesta porque le había prometido al dj que iba a conocerlo personalmente a ver si hacíamos alguna movida juntos. Sinceramente no tenía ni ganas.
Por qué tengo que salir un sábado a la noche? Porque es sábado a la noche. Y quién dice? Que sé yo. Además cuando “la vida es viernes”, salir el sábado lo sentía como una obligación y no me gustó un carajo. Pero la llamé a Lola y fuimos igual.
Digamos que no era nuestro estilo. “No pegas ni con moco” me decía Lola. Yo me sentía caperucita con onda, era verdad. (Tenía puesto un vestidito rojo, calzas y polainas negras y el cacheco con capucha marrón).
Decidimos irnos pero no quería volverme. Ya había salido de casa y quería hacer algo. “Bueno, hay muchos buenos lugares cerca. No sé que hay, pero podemos ir a ver qué onda”. “Dale”.
Rumbeamos al bar de la radio “La tribu”, estaba abierto pero no parecía haber nada adentro… “Bueno, vamos para el Club Premier.” Había una fiesta con “música para bailar” Mmm… Pregunté por sms la dirección del Pacha que no me la acordaba y con otro sms intenté chequear cómo estaba por ahí. Salimos para allá. Llegamos cuando ya quedaban unos pocos, nos invitaron a entrar igual. Era un buen lugar para descansar después de tanta caminata.
Decidimos ir a tomar un café con mediaslunas. Caminamos desde Parque Centenario hasta Flores buscando un puto café abierto que tuviera además precios reales, no esas pelotudeces de “café completo: café, tostadas, mermelada y manteca - $40”.
En el camino hablamos de la vida, de lo loco y no tan loco, de percepciones, nos vanagloriamos de nuestros excelentes estados físicos y espirituales a nuestra edad, nos reímos, nos perdimos geográfica y mentalmente, nos encontramos.
Estaba fresca y hermosa la noche. Hermosa noche.
Llegábamos al lugar pero a mi no me alcanzaba la plata. Entonces me daban una tarjeta (que era la llave) para que volviera a la casa a buscar guita. En la tarjeta estaba la dirección. Un pibe de los que estaba con nosotros, morocho y con cara de vivo se ofrecía a acompañarme, yo no le vi bola y me fui. Los demás lo entretuvieron para que no me siga. A las cuadras me doy cuenta que una de las parejas que estaba con nosotros venía atrás mío, me acompañaban.
Paramos en una esquina, yo pregunté por la calle, me dieron indicaciones y seguimos caminando.
Estábamos en una habitación con una tele prendida que pasaba una peli a la que no le prestábamos mucha atención. Yo charlaba con un pibe rubio. El ponía otra tele con otra peli, se acomodaba al lado mío y me daba algunos besos.